Días después de que devastadores incendios arrasaron la costa del Pacífico de Chile, asolando vecindarios enteros y atrapando a personas que intentaban huir en sus autos, las autoridades informaron el domingo de que al menos 112 personas habían muerto y cientos permanecían desaparecidas, y advirtieron que el número de muertos podría aumentar considerablemente.

“Esa cifra va a crecer, sabemos que va a crecer significativamente”, dijo el domingo el presidente Gabriel Boric, quien describió los incendios en la región de Valparaíso como el peor desastre en el país desde que un catastrófico terremoto en 2010 dejó más de 400 muertos y 1,5 millones de desplazados.

”Estamos” ante “una tragedia de magnitud muy grande”, declaró el presidente, que visitó la zona del incendio y anunció que el país guardaría dos días de luto. Dijo que una de las principales prioridades era recuperar los cuerpos de las víctimas.

Miles de viviendas quedaron destruidas por las llamas, que arrasaron a partir del viernes los asentamientos en las montañas a los alrededores de la ciudad balneario de Viña del Mar, impulsadas por fuertes vientos.

Los incendios estallaron cuando muchos veraneaban en Viña del Mar, ciudad de unos 330.000 habitantes, y arrasaron las ciudades vecinas de Quilpué, Limache y Villa Alemana. En algunas zonas de ladera, varios residentes de edad avanzada no pudieron escapar.

Omar Castro Vázquez, cuya casa quedó destruida en el asentamiento de El Olivar, dijo que un vecino mayor había muerto en el incendio.

“Fue más una bomba nuclear que un incendio”, dijo Castro Vázquez, de 72 años. “No quedó nada”.

La destrucción en la región de Valparaíso se produjo mientras decenas de incendios ardían en el centro y el sur de Chile, en medio de lo que las autoridades han dicho son temperaturas más altas de lo normal para esta época del año.

Otros países de Sudamérica también han luchado por contener los incendios forestales. En Colombia se han declarado decenas de incendios en las últimas semanas, incluso en los alrededores de Bogotá, la capital, debido a la sequía que azota el país. Los bomberos también han luchado contra las llamas en Ecuador, Venezuela y Argentina.

El fenómeno climático cíclico conocido como El Niño ha exacerbado las sequías y las altas temperaturas en algunas partes del continente, creando condiciones que, según los expertos, son propicias para los incendios forestales.

Los incendios de Valparaíso avanzaron hacia la costa a medida que aumentaban los vientos el viernes.

Las llamas arrasaron la región, a unos 95 kilómetros al noroeste de Santiago, la capital, arrasando los cerros de Viña del Mar y las ciudades vecinas más pequeñas de Quilpué, Limache y Villa Alemana.

Varios incendios, que también amenazaron la ciudad portuaria de Valparaíso, ardieron durante toda la noche del viernes. Las autoridades recién empezaron a comprender la magnitud de los daños a partir del sábado.

La ministra del Interior de Chile, Carolina Tohá, dijo el domingo que las autoridades esperaban que la mejora de las condiciones —temperaturas más bajas, mayor humedad y menos viento— ayudara a los bomberos a controlar los focos de calor y a los equipos de rescate a llegar a las zonas calcinadas para retirar los cuerpos.

Al amanecer del domingo, franjas de humo se aferraban a las laderas de los cerros sobre Viña del Mar. A lo largo de una carretera hacia la costa, se quemaron bancos de tierra y puentes y los tocones de los árboles ardían en las laderas. Las carcasas incineradas de los autos ensuciaban las carreteras.

Los primeros indicios apuntan a fallos en las órdenes de evacuación, lo que, según algunos residentes, puede haber contribuido al número de bajas.

Fotografías publicadas en la plataforma de redes sociales X mostraban largas filas de autos quemados que parecían haber sido envueltos en llamas mientras la gente intentaba salir de Viña del Mar, lo que generó comparaciones con la evacuación fallida durante el incendio del año pasado en Lahaina, en Maui, Háwai.

El Servicio Nacional de Respuesta y Prevención ante Desastres de Chile, Senapred, dijo que las alertas se emitieron a partir del viernes, y dieron a la gente instrucciones de evacuación, pero no se les ordenó salir.

Regina Figueroa, de 53 años, residente del asentamiento Villa Independencia, en las afueras de Viña del Mar, dijo que recibió una alerta de celular con instrucciones de evacuación el viernes, cuando el fuego ya se acercaba a su casa.

“Recibí la alerta”, dijo, “y salí corriendo a la calle. Cuando llegué a la carretera, las llamas ya estaban en la esquina”.

Figueroa dijo que recogió a su nieto de 5 años. Las llamas estaban tan cerca que pudo sentir el calor mientras corría. Se detuvo y sumergió al niño, que estaba llorando, en una piscina para refrescarlo y luego, según contó, siguió corriendo por una escalera para escapar.

“El cielo estaba negro”, dijo. “No se veía nada. Todo el mundo gritaba, daban instrucciones, lanzaban gemidos al viento”.

Llegó a lo alto de la escalera y se detuvo para recuperar el aliento, sollozando.

“No podía creer que estuviéramos vivos. Pero tuvimos suerte”, mencionó. “He perdido a mi suegra, a mi cuñada. Murieron calcinadas en la calle porque no pudieron escapar de las llamas”.

Varias manzanas de Villa Independencia fueron diezmadas por el fuego.

En El Olivar, Castro Vázquez dijo que los residentes habían huido a una plaza local cuando llegó la alerta a los celulares.

Un humo negro salía de un jardín botánico al otro lado de la colina, dijo, y en cuestión de minutos su comunidad se vio envuelta en altas llamas anaranjadas.

Otro residente, Andrés Calderón, de 40 años, dijo que varias personas del barrio no habían querido salir de sus casas, temiendo que los ladrones las asaltaran.

Cuando recibió la alerta, Calderón contó que se subió a su auto y condujo a través de un humo tan espeso que tuvo que encender las luces.

“Fue como entrar en el infierno”, dijo Calderón. “No podía ver, el viento casi empujaba al auto de la carretera. Apenas pude seguir conduciendo”.

El domingo, la zona, que era una mezcla de viviendas públicas con décadas de antigüedad y viviendas improvisadas, había quedado reducida a escombros. Los lados de la carretera estaban cubiertos de chapas corrugadas y restos amontonados, todo ennegrecido y con olor a humo.

Castro Vázquez, estibador jubilado, dijo que había perdido toda su ropa, pertenencias, documentos y una parte de su pensión, que había retirado y guardado en efectivo.

Los vecinos se ayudaron unos a otros a retirar los escombros y los electrodomésticos quemados de lo que quedaba de las casas.

“No he llorado, no lo he asumido. Apenas estoy concentrado en limpiar mi casa y la de mi vecino”, dijo Castro Vázquez. “Estamos destrozados”.

En las colinas que rodean Viña del Mar, la policía y los médicos forenses empezaban a llegar el domingo por la tarde. Los policías rebuscaban entre los escombros y preguntaban a los vecinos si habían visto cadáveres.

Algunos supervivientes dijeron haber visto a personas devoradas por las llamas a dos pisos de altura. Otros describieron cuerpos esparcidos por las escaleras.

Muchos residentes en los asentamientos dijeron que se habían quedado varados, sin ayuda y sin información, ya que sus teléfonos móviles se habían quedado sin batería y se había ido la luz. Dijeron que se les había dejado solos para responder a la catástrofe. Muchos dijeron que los refugios habilitados para los evacuados estaban demasiado lejos para ser útiles.

En el barrio de Las Praderas, algunos sobrevivientes se acurrucaban a la sombra mientras otros rastrillaban los restos retorcidos de sus casas. Un taxi distribuía agua embotellada y empanadas mientras un estudiante de medicina de primer curso atendía a heridos leves.

La alcaldesa de Viña del Mar, Macarena Ripamonti, dijo en una conferencia de prensa el domingo por la mañana que hasta la noche del sábado había 372 personas desaparecidas en el municipio. Dijo que las autoridades se asegurarían de que los cuerpos de los fallecidos en los incendios fueran retirados lo antes posible.

“Son vecinos de nosotros, son familiares de nosotros, son amigos de nosotros, son personas de Viña del Mar. Eso conmueve a la población”, dijo. “Los vecinos están viviendo el peor momento”.

Natalie Alcoba colaboró con reportería desde Buenos Aires.



Annie Correal, John Bartlett and Cristobal Olivares

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